¿Alguna vez has observado con detenimiento un acto tan simple como el caminar de una persona? Más allá de la mera función de trasladarse de un punto a otro, el acto de andar encierra una poética intrínseca que, con frecuencia, pasa desapercibida. Al igual que un pintor capta la esencia de un paisaje en un lienzo, el poeta encuentra en la marcha humana una fuente inagotable de inspiración. En este artículo, nos proponemos explorar la belleza oculta de un gesto cotidiano a través de la metáfora del caminar del hombre reflejado en un espejo de agua.

Ernesto Fuentes